Mi primer partido de fútbol
- Cristián Andrés Lizarazo Ovalle
- 23 may 2016
- 2 Min. de lectura
Eran las ocho de la mañana de aquel domingo frío y lluvioso, el sonido de los automóviles me despertó, yo estaba sobresaltado porque no tenía el uniforme listo para jugar mi primer partido de fútbol. No sabía qué hacer porque el partido iniciaba a las nueve de la mañana y decidí entonces salir a pedir prestado un uniforme a un compañero del equipo que ese día no jugaba, él muy amablemente me atendió y me dijo que él me prestaba el uniforme con muchísimo gusto. Llegué a las nueve de la mañana y observé el estadio el cual estaba completamente lleno.
EL partido ya había iniciado y mi entrenador estaba furioso porque yo había llegado tarde y me dijo que yo no tenía amor por mi equipo. Yo le expliqué que no tenía mi uniforme y decidí pedir prestado uno a un amigo, por eso me había cogido el tarde, mi entrenador furioso me dijo que no podía jugar y yo me sentí muy triste porque tenía el deseo de jugar mi primer partido de fútbol en ese estadio repleto de gente. Le dije a mi entrenador que me diera la oportunidad de jugar, que por favor no opacara mi ilusión de jugar mi primer partido, él me dijo que en el segundo tiempo me daría la oportunidad.
Recorridos diez minutos del segundo tiempo, mi equipo iba perdiendo 3-0 y la gente en el estadio se burlaba de mi equipo diciendo que terminaran ese partido porque nuestro equipo no daba la talla al equipo de ellos. No jugábamos en nuestro estadio y además nos sentíamos nerviosos porque el equipo enemigo era fenomenal y tenían muchos jugadores de alto rendimiento. Estaba yo pensativo en el banco de suplentes cuando escuché a mi entrenador decir "Cris, empieza a hacer el calentamiento porque en cinco éminutos entraráss al campo de juego". Mire al cielo y dije muy suavemente sin que nadie me escuchara "gracias Dios mío, por permitirme jugar mi primer partido de futbol".
Estaba en el campo de juego con el balón en mis pies y un jugador gigantesco del equipo contrario se abalanzó sobre mí para quitarme la pelota, en ese momento sentí como una fuerza milagrosa que me sostenía en el aire cuando vi que por debajo pasó ese jugador gigantesco lanzándose en plancha hacia mí, al quedar solo frente al arco disparé muy fuertemente hacia un costado, el balón se estrelló fuertemente contra la red y sentí una voz gruesa pero a la vez agradable que gritaba "¡goooooooooooooooooooool de Cris!". Yo me arrodillé y miré al firmamento diciendo "Gracias Dios poderoso por permitirme anotar un golazo en mi primer partido".
Al final del partido yo estaba súper feliz porque había anotado cuatro preciosos goles y era la figura del encuentro, mis compañeros me miraban con admiración y respeto, el entrenador me miraba extrañamente y a la vez avergonzado por el regaño que momentos antes me hizo. Pensé para mis adentros que todo esto fue maravilloso en mi primer partido de fútbol, pero también meditaba que la felicidad hubiese sido total si no hubiésemos perdido 7-4.
Al llegar al hotel donde nos hospedamos me dirigí hacia mi cuarto pensando "Dios mío, ¿por qué no hay felicidad completa?" Y dormí plácidamente.
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