Desterrados por la violencia
- Karen Torres
- 23 may 2016
- 3 Min. de lectura
Hacia los años de 1950 Colombia afrontaba la crisis de liberales y conservadores. Mi abuelo Cristóbal Sanabria, vivía con sus ocho hermanos y sus padres: don Pablino Sanabria y Anadeodata Arenales en Málaga (Santander). La casa era una finca grande al borde de la carretera cerca al pueblo. La finca contaba con una tienda y un lugar para jugar bolo, tenían ganado como vacas, ovejas, cabras y gallinas, cultivaban maíz y trigo.
A mi bisabuelo, don Pablino, lo tenían amenazado los conservadores que en esa época eran llamados godos, los liberales eran llamados cachiporros y como el pueblo era liberal era la razón de la amenaza.
Un día común mi bisabuelo estaba con un amigo que se llamaba Gerardo en la tienda del pueblo compartiendo unas cervezas, Gerardo le dijo a mi bisabuelo que los godos le habían robado ganado y los había escuchado decir “vamos a matar al viejo de la otra finca”, y ese viejo era referencia a mi bisabuelo, Gerardo le aconsejo que vendiera la finca y se fuera ya que él lo apreciaba mucho y no quería que nada malo le pasara. Mi bisabuelo atemorizado por los hechos vendió la finca a un costo muy bajo.
Mi abuelo y su familia se mudaron a otra finca a cinco kilómetros de un pueblo llamado Enciso (Santander). La casa era de pared y el techo de paja, allí cultivaban maíz, cebada, trigo y frijol, y tenían ganado, 5 cabros, 50 gallinas, una vaca y una yegua.
Una mañana llegaron aproximadamente 50 guerrilleros armados. En esa zona la guerrilla eran godos y llamados “la chusma”. Le pidieron a mi bisabuela Anadeodata que les cocinara 5 gallinas y 5 pollos para el almuerzo. Después de comer y descansar, el jefe de ellos llamado Hernán le dio una buena propina a mi bisabuela y se marcharon.
Días después mi abuelo y su familia estaban en la casa cuando comenzaron a escuchar disparos a lo lejos, eran los godos contra los cachiporros. Al día siguiente llegaron un grupo de godos a la casa y le dijeron “se van o se mueren”. Ellos asustados salieron corriendo hacia el monte y cuando salían lograban ver como prendían fuego a su casa y a los cinco ranchitos que estaban alrededor, pero uno de ellos no prendía, los godos revisaron y sacaron unos santos, los quemaron y después si prendió la choza.
Mi bisabuela logró sacar una olla y el cuero de vaca donde dormían. Las chozas eran donde se guardaba el comercio.
A la mañana, siguiente muy temprano, fueron a ver que podían rescatar de las cenizas, al llegar, en la cocina encontraron a la mascota, un perro pequeño, estaba tirado en el suelo boca arriba totalmente quemado.
Al tratar de llevar con ellos algo de mercancía, salieron asustados después de escuchar tiros, eran los godos que aun rondaban por ahí.
Durante un mes vivíeron atemorizados, mi bisabuela construyó un pequeño fogón improvisado con tres piedras y leña donde solo calentaban agua, que fue el alimento durante esos días. En las noches dormían al lado de un cimiento, dormían en el cuero de vaca todos amontonados y todas las noches mi bisabuela les decía que hicieran rotundo silenció porque pensaba que los godos los podían oír.
Una noche escucharon sonar unas piedras pero el susto fue en vano ya que era un animal llamado fara, que es como un ratón pero más grande.
Un día tomaron la decisión de marcharse de aquel lugar, caminaron toda la noche por un camino lleno de barro, iban descalzos y con la ropa sucia. Cuando el sol daba los primeros rayos de luz, llegaron al pueblo de Concepción (Santander). Allí un señor llamado Justo Correa les dio posada en un rancho de paja que era de su propiedad, durante diez años vivieron allí.
Quince días después, estando ahí mi abuelo y su padre, regresaron al pueblo de Enciso para hablar con los “popol” así llamaban a los policías, para poder recuperar el terreno de la finca y los policías les dijeron “los acompañan dos policías pero si ellos escuchan tiroteos se van y los dejan tirados”. Mis abuelos prefirieron no correr el riesgo y regresaron a Concepción para comenzar una nueva vida.
Comments