Un día fatal
- Ana Gabriela García Mendis
- 23 may 2016
- 2 Min. de lectura
Era una tarde como cualquiera cuando todo ocurrió.
Mi mamá y yo habíamos llegado de entregar un examen médico, se me acercaron mis amigos Dayana y Felipe, entrando conmigo a la casa. Mi mamá entró y dejó el bolso sobre la mesa, después salió y se sentó en la mecedora de la puerta de la casa. Entonces, Dayana sugirió que jugáramos en la sala, fuimos para allá a empezar a jugar.
Ella pudo tocar sus pies sin doblar las rodillas, pero en el momento en el que yo intenté hacer algo de eso, mi mandíbula se torció y no podía acomodarla. Le dije a mis amigos que se fueran, extrañados lo hicieron.
Durante varios minutos me sentí desesperada, pensé en decirle a mi mamá aunque sabía que ella se molestaría porque ya me había llevado muchas veces al hospital. Lo pensé bien y me arriesgué, me dirigí hacia la puerta de la casa y noté que ella estaba hablando con una señora, sin embargo le dije que la mandíbula se me había torcido, me dijo que ya me había llevado a odontología y que no molestara más.
Yo estaba muy desesperada, no hice caso: seguí insistiendo, así que ella de la rabia me agarró del brazo, me llevó a la cocina y cortó un limón por la mitad y me lo restregó en la boca, luego me agarró del cabello y me tiró en la cama de mi cuarto. Después se fue a seguir hablando con su amiga.
Mientras, me quedé en la cama llorando, de repente mis piernas se doblaron, mis brazos se torcieron y mi cabeza se inclinó hacia atrás. Dayana se asomó a la ventana de mi cuarto y me preguntó por qué no me acomodaba, entre lágrimas le contesté que no podía.
La señora y mi mamá me escucharon llorar, entraron al cuarto y me vieron así, toda rara, la señora le preguntó a mi mamá si yo era una niña especial, mi mamá me observó detalladamente y me cargó, le pidió el favor a un vecino que la llevara conmigo al hospital, al ver lo preocupada que estaba mi mamá él nos llevó, yo ya estaba inconsciente cuando llegué al hospital.
Me atendieron varios médicos, mi mamá vio cuando los doctores intentaron reanimarme, ella salió llorando del hospital a llamar a mi abuela, quien intentó calmarla por teléfono. Un doctor se acercó a ella y le dijo que habían logrado estabilizarme y cuando ya estaba mejor, mi mamá pudo verme y estar conmigo, cuidarme allá en el hospital. Después de unos días llegó mi abuela para ver cómo estaba porque se preocupó mucho por mí, ya después me dieron de alta y pude irme para la casa con mi mamá y mi abuela.
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